Los registros lingüísticos de Redoble por Rancas funcionan, básicamente, como un puente entre el mundo oral de los Andes Centrales y la forma escrita de su representación literaria. El carácter oral de una obra literaria o la representación de un habla no son por supuesto, innovaciones particulares de Scorza. La representación de la oralidad ha sido desde hace mucho tiempo la raíz de toda una gama de la comunicación escrita, como se ha visto en múltiples manifestaciones antiguas y modernas. La voz humana siempre ha estado presente en la narrativa ficcional como parte de la realidad representada, en forma de diálogo, de monólogos, de narrador en primera persona y en otras formas más. En el marco de la narrativa latinoamericana existe un grupo de escritores con intereses sociales, de filiación socialista, partidista o urbana, que por tener las herramientas letradas representan el habla del pueblo, como son Cortázar, Cabrera Infante, Juan Rulfo. Lo que deseo destacar con este breve repaso es que la presencia de una voz indígena en Redoble por Rancas, va más allá de la simple y funcional representación del habla. Busca transmitir lo que el indígena tiene de legítimo y genuino en su comunicación.
Con la recuperación de formas cotidianas del habla andina, Scorza está subrayando el carácter testimonial, pues al igual que la novela de testimonio, está permitiendo que una
voz marginal hable por sí misma al gran público, que exprese con su tono, sus vocablos y su forma de sintaxis particular su visión sobre los sucesos.
En Redoble existen diversas exposiciones del habla y la palabra común. La primera consiste en imitar la voz de los peruanos indígenas en contraposición con la de los peruanos que no pertenecen a la casta indígena. Oponer dos formas de hablar dentro de una misma sociedad remarca las diferencias culturales que conviven en un mismo espacio, así como expone las agresiones lingüísticas que padecen los indios. Las oposiciones lingüísticas expuestas en la novela resucitan la problemática indigenista de abuso y supremacía, remarcando así los conflictos sociales y raciales que aún azotan la vida del subordinado peruano. Por ejemplo, en el siguiente diálogo:
- Es una tierra abandonada. La comunidad me dio permiso.
- ¿Y quién es la comunidad para darte permiso? Me cago en la comunidad. En esta provincia no hay tierra abandonada. Toda tierra es mi pasto.
- ¿Cómo van a ser tus pastos? Nadie siembra en esas tierras desde mis abuelos. Se levantó nuevamente la mata negra.
- ¡Me alegro! – gritó - . ¡Me alegro que mis animales acaben con tu chacra! Tú eres un cholo insolente, un indio de mierda. Como peor te portes, peor te irá. Tú no entiendes palabras. Eres terco. Ya verás lo que te ocurre. (123-124)
Las conversaciones que producen los personajes indígenas se distinguen por una entonación que refleja un habla local de las comarcas andinas, en contraposición de las palabras de los hacendados matizadas de ofensas y términos despectivos heredados, posiblemente, desde la Conquista, pues decir Cholo de mierda, lleva en sí una connotación negativa y racista. Los voces de los hacendados reflejan la visión clasista y autoritaria de quién concibe al “otro” como un ser inferior, incapaz de una verdadera comunicación, pues
no entienden palabras. Los indios son marginados incluso en su forma verbal, pues son un pueblo sin voz, sin palabras. La novela enfrenta un habla local indígena con una criolla, es decir, de hombres blancos educados, para exhibir ciertos prejuicios que siguen existiendo en el seno de la sociedad peruana, y para permitir a su vez que el indígena hable libremente y sea escuchado por grandes públicos.
La novela reproduce un habla muy original del andino, con su sintaxis: - ¿Quién es Lunanco?
- Un mi caballo retenido en tu pesebre. - Habrá hecho daño.
- No es tu pasto, doctor. Es mi propio pasto. (118)
Una vez más se remarca la entonación propia del indígena. Al proporcionarles voz a los personajes indígenas la novela está revalorando su palabra en la sociedad, lo mismo que la novela testimonial. Por primera vez en la novela Neoindigenista el personaje indígena puede expresarse por sí mismo. Esta expresión está mediada por la participación del intelectual, sin embargo, se expresa por sí mismo en la medida en que su voz es tomada en cuenta y revalorada como expresión social. La sustancia novelística revela que el autor tenía la plena intención de recobrar el valor y estima que el lenguaje de sus personajes indígenas ha perdido en la sociedad.
Para subrayar que la voz indígena puede ser escuchada, la novela hace uso de la primera persona, permitiendo que los propios indígenas externen sus sentimientos y su manera de ver los problemas. Los personajes se distinguen del narrador en tercera persona porque tienen una entonación distinta, proveniente de un habla local de las comarcas andinas. Por ejemplo, en la novela se puede escuchar la voz de Fortunato hablando en primera persona, o más aún, la voz de la comunidad:
“Yo, don Alfonso, no lo acuso. A usted lo elegimos Personero de Rancas por sus conocimientos en la crianza de ovejas. Usted sabe cuidarlas. Usted conoce, desde leguas, el empacho o la gusanera. .. Para dirigir la granja lo elegimos, don Alfonso. Yo no lo acuso. Nunca hubiera yo permitido que apedrearan su casa. Su buena fe me la explico…yo no lo acuso, don Alfonso. La verdad es que sólo don Teodoro Santiago malició el verdadero designio… (49)
Las constantes repeticiones, el tono, y la concatenación de ideas, son presuntamente de una voz campesina, que en este caso habla en nombre de la comunidad. El pueblo se comunica así, de forma oral, entre ellos esa costumbre es la que tiene verdadero valor, que el pueblo lo elija a voluntad y se lo diga abiertamente y no en entramadas burocráticos y legales como los que se manejan en la capital.
Aun cuando Redoble por Rancas no es una novela en primera persona como sí lo es la novela testimonial, recurre a la primera persona para darle valía social a la voz del indígena. En ambos tipos de novela se busca el mismo interés y por eso ambas tienen la misma herramienta discursiva: darle voz a los marginados, proporcionales un foro donde expresarse, que la forma escrita sea para ellos un espacio que estime su jerga y en la cual su voz tenga preponderancia y autoridad como voz narrativa. La voz indígena es un rasgo discursivo que puede también encontrarse en la novela testimonial, en Redoble tiene básicamente la misma meta narrativa que estos textos: dejar hablar a una voz rechazada por las autoridades y silenciada por la historia oficial.
La segunda forma de una recuperación del habla se define por la tematización de la oralidad como un enfrentamiento oralidad y escritura, mismo que puede entenderse como la vigencia del eurocentrismo que presiona e intimida a las tradiciones orales de los pueblos indígenas:
La asamblea envejeció. Los títulos de propiedad de una comunidad los cautela el Personero. Sólo otra persona (por si muere el Personero) conoce el lugar donde se esconden esos documentos que sólo se leen en las horas graves.
Un estudiante del Colegio Nacional, Daniel A. Carrión, hijo de Rancas, comenzó a leer. Subido sobre la mesa el muchacho flacuchento, de pómulos huesudos y de ojos tímidos, leyó con voz monótona. La lectura comenzó a las doce y doce minutos. Tardó dos horas. La gente soportó inmóvil, casi inmóvil, la enumeración de hitos, puquios, pastos y lagunas que probaban que esas tierras, que esa nevada que blanqueaba sus corazones, pertenecían a Rancas. (152-153)
Esta escena ilustra a la perfección las diferentes formas de comunicación y conocimiento entre el mundo occidental y el mundo indígena. Mientras el primero necesita un documento que avalúe las propiedades (una forma escrita) los ranqueños no necesitan tenerlos en sus manos, ni escuchar tediosamente la larga enumeración de tierras, que ellos saben de antemano (de forma oral) que son de Rancas.
Si los indígenas son tan distintos en sus formas de comunicación es porque provienen de una civilización oral, y los hacendados de una escrita. La palabra de un indígena no tiene valor en la sociedad peruana, por eso Héctor Chacón no puede hablar con los poderosos, siente su “boca de madera”, pero sucede también a la inversa, para los indígenas una escritura no dice nada, no comprenden los códigos de una forma escritural porque para ellos la oralidad es su legítima forma de contacto cultural.
Las oposiciones entre el mundo blanco y el indígena manifiestan que la oralidad es concebida de distinta manera en cada grupo, no sólo difieren en su forma de hablar, sino en su forma de notificar y comunicarse entre ellos. Para los hacendados, y aún para las
autoridades locales de los pueblos de Pasco, el indio no tiene voz y, si la tiene, carece de valor social:
- ¿Está usted loco? ¿Quiere repetir su pendejada?!No, señor, lléveselos en un carro!
- Nosotros no disponemos de un carro, señor –tartamudeó Fortunato. - ¡Llamen al Consejo para que le presten el recogedor de basura! - A mí no me harán caso, señor.
- Está bien – dijo el Prefecto Figuerola, resignado -. Está bien. Señor Gómez, llame usted de mi parte al Consejo Distrital y dígales que les presten un camión a estos imbéciles. (145)
En este ambiente novelístico se resalta la mentalidad de las comarcas de tradición oral y la arrogancia de las que tiene el poder. La falta de valor de la palabra indígena y la supremacía de la lengua del dominante señalan los conflictos sociales que aún acosan a las comunidades indígenas. En la novela se encuentran los personajes que expresan y narran por sí mismos, y que son los poseedores de la autoridad narrativa. En el capítulo 10 Fortunado toma la palabra y cuenta en primera voz (su voz) la historia de su vida. La primera persona sirve para enfatizar que la voz del indio puede y debe ser escuchada, lo mismo que en la novela testimonial, algo que nunca antes se había presentado en la novela indigenista y que en Scorza se utiliza para que la voz narrativa de la tercera persona no sea la única en brindar su visión sobre el mundo indígena. Además de este capítulo, se encuentran algunos pensamientos, a manera de monólogos, que se entrecruzan entre la voz del narrador y la de los personajes. Chacón, Fortunato y algunos otros ranqueños expresan su opresión en primera persona.
La más evidente forma de presencia de la oralidad consiste por supuesto en la que queda registrada en el nivel temático del relato. Las acciones narradas y los personajes que las desarrollan están muy a menudo relacionados con situaciones de oralidad tradicional, con sus implicaciones sociales y culturales y con la diferencia en términos generales de esas situaciones respecto de las dominadas por la escritura. (Pacheco 171)
Siguiendo la propuesta de Carlos Pacheco la oralidad en Redoble por Rancas no sólo busca centrar la construcción del relato en torno a un personaje indígena de tradición oral y sus conflictos con otro grupo social, sino de ver la oralidad como una temática recurrente en la narrativa indigenista ya que evidencia que existe un roce hostil entre una forma de comunicación oral y una escrita, ambas confrontaciones son reflejo de una problemática social que la novela indigenista abarca, pues comprende la diferencia que existe entre un mundo capitalino y un mundo marginal indígena. Con esta temática la novela está manifestando la gran problemática social que tiene todo el país, pues esas diferencias e incomprensiones entre las castas sociales es un problema mayúsculo, de índole nacional y hasta continental.
El hecho de que las autoridades locales les brinden a los indígenas un documento que confirme su posesión de la tierra, y que el indio lo tenga en su poder para hacer valer sus derechos, en realidad es una extraña representación teatral de manejos y conveniencias que se llevan a cabo en la sociedad capitalista. Tratando de integrarlos a la sociedad las autoridades les dan títulos de propiedad, para que los indios vivan con la seguridad de poseer algo, sin embargo, cuando se necesita hacer uso de ellos, los abogados y legislativos que llevan a cabo la revisión siempre dan el fallo al más poderoso, por eso la empresa “Cerro de Pasco Corporation” puede cercar a su conveniencia cuántos pastos desee, sin
importarle que pertenezcan a la comunidad de Rancas. Esto parece decir que el documento de los indios no tiene poder social, les fue dado por “derecho”, pero en realidad no les sirve, igual les roban sus tierras. Esta supuesta transacción esconde la hipocresía con la que ciertas autoridades “apoyan” a las comunidades indígenas.
Reconociendo que sus formas tradicionales de oralidad no les sirven en la sociedad actual el indígena tiene que recurrir a las formas escritas utilizadas por el grupo opositor:
Comprendiendo la inutilidad del comercio de la palabra, cogió una tiza y escribió sobre el hule negro de la pizarra: “Cada uno amarrará su chancho”. Los cerdos estriaban las frágiles paredes del domingo. Borró y escribió: “Ahora mismo los soltaremos en las pastos de “la Compañía”.” Borró y escribió: “Soltaremos los cerdos en los mejores pastos de “La Compañía”.” Borró y escribió: “Le quiero ver la cara a los gringos cuando sepan que sus ovejas comerán pasto infectado”. (156) De alguna manera, la necesidad de competir con las mismas armas del enemigo obliga al indígena a abandonar sus tradiciones orales y a recurrir a nuevas formas gráficas de comunicación. La necesidad, involuntaria si se quiere, es la causa de que los indígenas pierdan sus viejas formas y costumbres en un mundo capitalista en el que su antigua forma de vida es inservible.
Una tercera forma discursiva del habla es la que se expresa por medio de las apelaciones al lector por parte del autor. El narrador en tercera persona se concibe como el puente entre el mundo oral del indígena y el lector, por ello una y otra vez se cuestiona a sí mismo sobre la importancia de los sucesos, pero al mismo tiempo también delega a sus lectores, como queriendo inmiscuirnos en el relato, las preocupaciones e injusticias, para que el lector entre en el hilo narrativo de la novela:
¿Pueden las ovejas cometer un sacrilegio? ¿Cuál es la diferencia entre un borrego y un chingolo? ¿Sacar las flores de la profanación? ¿Cómo se deben sacar las flores? ¿Arrojándoles por la barda? El delicado problema teológico se debatió seis horas. ¿Por qué no? Al comenzar la Conquista, los filósofos españoles se debatieron no seis horas sino sesenta años si lo indios pertenecían o no al género humano. ¿No se llegó hasta la silla gestatoria para que blandiendo las llaves del Reino, un papa afirmase, ex cátedra, que esos seres descubiertos en las Indias con cuerpo, rostros y ademanes pasmosamente parecidos a los hombres era, efectivamente, prójimos? (197)
El narrador entabla un diálogo con el lector buscando su aprobación, su alianza, que el lector delibere también sobre los acontecimientos. El contacto discursivo que se abre entre ambos busca que el testimonio genere reflexión en torno a los asuntos planteados; no intenta presentar todo como algo dado e irrebatible, trata de persuadir con sus argumentos, con sus estrategias narrativas, con su enfoque social, con recursos como la representación de la oralidad andina como demostración de la verosimilitud de lo narrado. Con las apelaciones al lector, el narrador busca descodificar el significado de los acontecimientos, es decir, intenta demostrar que la novela es efectivamente el testimonio de un contexto social concreto.
Y atacó por el lado de la ley. La Constitución de la República del Perú es explícita: nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido, ¿me oyen, señores?, ni impedido de hacer lo que ello no prohíbe. (196) (Las cursivas son del autor)
Esta apelación a los “señores” es una posible forma de llamar a los lectores, de dirigirse a ellos. La novela utiliza su forma discursiva para evocar una tradición oral, pero al mismo
tiempo para ser una forma de comunicación, una comunicación escrita. La novela tiene en sus más profundas raíces una función testimonial, de poner en evidencia situaciones turbulentas y de injusticia social, por eso el mismo narrador dialoga con el lector.
Y por último, existe también un ambiente oral que el autor intenta rescatar para darle mayor credibilidad a su relato. Los fragmentos de canciones, el sonido reiterativo de los animales de las comunidades andinas, los sonidos de la naturaleza, la voz de las personas campesinas, el himno nacional y otros resonancias, crean un ambiente similar al que viven las comarcas orales, es decir, la novela intenta rescatar una atmósfera donde los sonidos y las voces son mucho más significativas que la escritura. Estos registros autidivos identifican a la narración con la cultura indígena.
Con el caudal de ruidos y estridencias, por ejemplo el sonido de la lluvia o el chillido de los puercos, el redoble de los tambores, Scorza interna a sus lectores en las mallas auditivas del mundo oral andino. Lo que hace con esto es resaltar la identidad indígena conviviendo en su hábitat en contraposición con la vida de los hacendados, otro modo de vida, más apegado a las formas jurídicas y con nuevos sistemas económicos más parecidos al capitalismo. Este acercamiento auditivo le permite al lector cuestionarse sobre la importancia de conservar esa forma de vida, de comprender lo valioso de su existencia y lo abusivo de su destrucción.